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24 may 2011

'Reformas y cultura'

Parece que nuestro siglo XXI es un tótum revolútum de corrientes estéticas, filosóficas y culturales que hacen sentir al sujeto como un pulpo en un garaje: bastante perdido. Sin embargo, si se encuentran líneas generales que arrojan luz sobre lo que es aceptable: lo antiguo y clásico se lleva, lo moderno y vanguardista también. Existe una marcada corriente iniciada por instituciones y extensible a nivel personal que alaba el patrimonio, el legado histórico, la antigüedad.
Este sentimiento “neoneoclásico” fija sus raíces en el pasado y no parece hacer mucho caso al futuro, asoma la cabeza la creencia no pronunciada de que todo lo bueno es antiguo, lo nuevo no es cultura. Para que algo merezca la pena y se apueste por preservarlo tiene que tener al menos un siglo de antigüedad. Resulta paradójico, ya que una fuerte apuesta por la cultura y el patrimonio actual, el que nace en nuestros días, evitará lamentaciones en el futuro y diversas actuaciones de rehabilitación o restauración y el consiguiente gasto de dinero, tiempo y recursos, porque ya estará protegido.
En este marco se encuadra a la perfección el caso de la Cartuja. En la última década se han realizado multitud de restauraciones y actuaciones que buscan cristalizar y paralizar el monasterio tal y como es actualmente, es decir, evitar que se deteriore más o que se modifique más de lo que está. Si se hubiera protegido el patrimonio en tiempos del Conde de las Almenas, no hubiera existido semejante polémica con la escultura de Santiago el Mayor ni hubieran surgido de la nada extremidades y cabezas a las estatuas que allí se encuentran.
Y las nuevas tecnologías se suman a la lucha contra el paso del tiempo. Aunque la tendencia general sea de amoldar lo antiguo a nuestros tiempos, mediante actuaciones de restauración y reforma, el carácter original de las obras se pierde. Para contrarrestar esta pérdida la realidad virtual es el arma definitiva. Se han llevado a cabo reconstrucciones de edificios tal y como se crearon en un principio, siguiendo las pautas recogidas en la documentación sobre la creación del edificio. Un ejemplo de ello es la Cartuja, que aparece ante nuestros ojos con todo su esplendor del siglo XV en la sala de realidad virtual de la Universidad de Burgos. Otro caso es la reproducción exactamente de la misma manera de la Catedral de Santiago de Compostela, llevada a cabo por la universidad de la ciudad. Es un campo con muchas posibilidades al que se ve como el caballo ganador. Y aunque la apuesta por la cultura va cobrando fuerza y vida con el paso de los años, hay hechos que no tienen vuelta a atrás, como es el caso del monasterio de San Pedro de Arlanza, emblema del castellano que brilla por su ausencia. Una reconstrucción en 3D integrada en un aula de realidad virtual puede ser la solución ante desastres culturales sin vuelta atrás.
Es necesario aunar esfuerzos y actuaciones para preservar tanto la cultura del pasado como la del presente, para asegurarse de que forma parte de la cultura del futuro.

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